Sobre el/la autor/a
Luis Seoane nació en Buenos Aires, en 1910. Sus padres, emigrantes gallegos, eran de familia de labradores y profesionales, con larga parentela de juristas y sacerdotes y antepasados de linaje. Vuelven tan presto a Galicia que él no recuerda otra infancia que la transcurrida allí, sobre todo en el campo, en una tierra, en un paisaje físico y humano de tal naturaleza que ha dado lugar a la creación de una palabra que el gallego comparte con el portugués y que no tiene correspondiente, que yo sepa, en ningún otro idioma: saudade.
Allí, en el corazón de Galicia, respira el mismo aire sagrado que envolvió a los druidas celtas y a los peregrinos cristianos del Camino de Santiago. En Santiago de Compostela estudia Derecho, y aunque llega a ejercer la abogacía, es el arte, desde los primeros años de su juventud, quien guía sus pasos. Vive entre poetas, investigadores, críticos, médicos que le traen de Alemania la última edición expresionista, republicanos junto a los cuales lucha desde la adolescencia contra la lánguida y tortuosa monarquía borbónica. Nada le es ajeno: teatro, ciencias históricas, Freud, Picasso, Einstein, Kandinsky, los poetas de Irlanda, las leyendas de La Rama Dorada, Dos Passos, el grabado japonés, los vitrales prodigiosos –y aún ahora casi desconocidos– de la catedral de León –que descubre yendo de tuna con la de Santiago–, el románico catalán…
Por entonces, en los años 30, ya sus dibujos –las reproducciones– pasaban de mano en mano entre núcleos juveniles y no tan jóvenes de las capitales gallegas, de Madrid, de Barcelona. La tragedia española lo devuelve, en 1936, a su patria de nacimiento, a este Buenos Aires que él soñara criollo, con el alma de Martín Fierro y la de Facundo recorriendo al galope corto las avenidas europeas de los «gringos» y las australes, cortesanas y cosmopolitas quintas de los herederos de Mayo. Aquí sufrió el sino del desterrado: fue corredor de una agencia de remates, dibujante de publicidad, periodista, diagramador de toda clase de publicaciones, editor, librero, director de revistas y de colecciones de libros, muralista. Siempre pintando, grabando, dibujando, escribiendo. Y leyendo. Son incontables los kilómetros de libros y de revistas extranjeras que pasaron y pasan por sus ojos.
Una doble nostalgia, una doble esperanza, una doble condición humana signan su destino. La Galicia celta y la Argentina criolla le llaman por turno –o a un mismo tiempo–; y este sentir en el alma el tirón de dos pueblos –océano por medio– lo hace, de algún modo, más habitante del planeta, lo acerca más, en fin, a lo universal.
Lorenzo Varela