Sobre el/la autor/a
Herrín Hidalgo
Autorretrato del autor
Queridos niños, queridas niñas, ahora que ya conocéis el mundo al revés os habréis dado cuenta de que es un mundo muy parecido al nuestro. Las cosas, a veces, no funcionan muy bien que digamos: muere más gente por la picadura de un diminuto mosquito que por el bocado de un tigre; todo lo que no sirve para nada suele ser lo más caro; humanizamos las máquinas y nosotros, cada vez más, nos vamos maquinizando.
El artista que ha retratado este mundo que estando patas arriba es tan parecido al nuestro, se llama Miguel Calatayud.
Cuando era niño, Miguel vio muchas películas y leyó muchos libros. Como hay tanta gente que no lee nada, otros tienen que leer por dos. Hay niños que tienen su dormitorio empapelado con un bonito papel con dibujos que se convierte en el telón de fondo de sus aventuras y juegos; hay otros niños que viven su vida de sueños dentro de ese papel pintado. Miguel fue uno de esos niños.
Si hubiera nacido unos cuantos años antes quizá le hubiera tocado ser el que pintaba en la cueva el impresionante bisonte, las ágiles ciervas, los certeros arqueros. Mientras el artista inventaba el primer papel pintado sin papel, los cazadores corrían detrás de los conejos prehistóricos, y a veces delante de las vacas prehistóricas como un anticipo de los sanfermines. Desde entonces el mundo ha dado muchas vueltas, no ha dejado nunca de girar, y sin embargo no podemos saber hacia dónde gira.
Si Miguel Calatayud hubiera nacido unas cuantas vueltas más tarde habría podido ser vecino del pintor florentino Paolo Uccello, y los dos se habrían subido a un tejado para dibujar a la gente desde arriba y perfeccionar el invento de la perspectiva. La gente, vista desde arriba, tiene la cabeza grande y las piernas cortas, y parece aplastada contra el suelo como un desfile de hormiguitas.
Unas cuantas vueltas después Miguel habría podido conocer a don Francisco de Goya, otro famoso retratista del mundo al revés. Los dos habrían tenido grandes conversaciones sobre lo divino y lo humano con un vaso de vino en la mano.
El hombre de las cavernas buscaba en sus pinturas principalmente efectos mágicos: quería asegurarse una buena caza y una buena cosecha; Uccello, «el pájaro» (eso quiere decir uccello en italiano) buscaba a través del color y la geometría representar el mundo como es y dar testimonio de su ordenamiento; Goya buscaba al mundo un sentido: echaba un vistazo alrededor y enseguida encontraba cosas que no funcionaban muy bien que digamos. En lugar de escribir cartas de reclamación que no sabía a quién dirigir, realizó para sus contemporáneos una de sus más populares series de grabados que tituló con el nombre de «caprichos».
El absurdo, el sinsentido, el capricho, como sabía bien Goya y como sabe Miguel Calatayud, forma parte de nuestras vidas. El mundo al revés, queridos niños, queridas niñas, se viste cada día con un disfraz diferente. Todos podemos encontrar ejemplos de cosas que no funcionan muy bien que digamos. Podemos ponernos serios y denunciar que hay ricos riquísimos cuando todavía existen pobres pobrísimos, y preguntarnos qué pasaría si los animales se rebelaran contra nosotros, sus crueles amos; o podemos, en broma, jugar a darle la vuelta a las situaciones cotidianas y hablar al revés y pensar «al revés», a ver si nos gusta más el resultado.
Después de leer este libro de Miguel Calatayud que dice tanto con tan pocas palabras y que además tiene la ventaja de que se puede abrir por cualquier parte, nos habremos ganado el carnet de exploradores del mundo al revés y ya podremos salir a la calle a poner en práctica nuestras recién adquiridas habilidades. Y nada más salir a la calle, ¿qué vemos?: vemos pasar una ambulancia haciendo sonar su sirena; y en el letrero de la ambulancia, ¿qué leemos?: