Sobre el/la autor/a
Manuel Azaña nace en Alcalá de Henares (a 35 km de Madrid) el 10 de enero de 1880, en una casa vecina de la que se supone (o supuso alguien, en 1948) que fue la casa donde nació Cervantes. Sólo unos meses antes, el padre de Azaña, que era el alcalde, había inaugurado un monumento dedicado al autor del Quijote, lo que convierte al futuro presidente y a la estatua en alcalaínos de la misma quinta. (Esteban Azaña, autor de una Historia de Alcalá de Henares en dos volúmenes, también mandó hacer unos jardincillos, que constituirían para el Manuel adulto su recuerdo más grato de la villa). La madre y el padre fallecen jóvenes, por la gripe, y Manuel, de diez años, y sus dos hermanos, quedan al cuidado de unas tías. Cursa sus estudios escolares en Alcalá y en los Agustinos de El Escorial, cuyo ambiente novelará en El jardín de los frailes. Para entonces ya es un lector empedernido y un gran aficionado a dar caminatas por la sierra. A los diecisiete años se junta con unos amigos para hacer una revista, Brisas del Henares, que será la primera de sus aventuras literarias, a la que seguirán otras. Se licencia en Derecho. Prepara el doctorado con Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza y «modelo de pulcritud moral», a quien siempre considerará una de sus más saludables influencias. Titula su memoria doctoral «La responsabilidad de las multitudes», misteriosa premonición del orador que en los días de la guerra congregará en torno suyo a más de medio millón de personas. En 1910, obtiene una plaza de funcionario en la Dirección General de los Registros y del Notariado. Estudia en París, becado por la Junta de Ampliación de Estudios. Escribe artículos para los diarios El Imparcial y El Sol. En 1913, es nombrado secretario del Ateneo de Madrid, del que será presidente entre 1930 y 1932. Realiza traducciones literarias del inglés y del francés: por ejemplo, de los libros de George Borrow La Biblia en España y Los Zincali (los gitanos de España). En 1917, viaja como observador y cronista a los frentes de la Primera Guerra Mundial. Aficionado al teatro, el día 27 de marzo de 1920, asiste, en el Théâtre de l’Oeuvre de París, a la primera velada Dada, donde se presenta en sociedad el teatro vanguardista de Ribemont-Dessaignes, Picabia, Breton, Soupault y Tzara (dato menos absurdo de lo que parece, dedicado a aquellos que sólo disfrutan con estas curiosidades). En 1920, funda en Madrid, con su amigo y futuro cuñado Cipriano Rivas Cherif, la revista literaria La Pluma. En 1923, dirige el semanario España. Tras el golpe de Estado de Primo de Rivera abandona el Partido Reformista de Melquiades Álvarez, en el que militaba desde 1913, y funda, en 1925, Acción Republicana. En 1926, obtiene el Premio Nacional de Literatura por su obra Vida de don Juan Valera. Forma parte del Comité Revolucionario que promueve la instauración de la República (que, para los muy despistados, es proclamada —con clamor popular—, el 14 de abril de 1931). En el Gobierno Provisional de la República ocupa primero la cartera de Guerra y después la Presidencia. En 1932, sufre un intento de golpe de Estado. Tras las elecciones de 1933, donde se produce el triunfo de la derecha, pasa a la oposición y funda el partido Izquierda Republicana. En 1934, es encarcelado en un barco, acusado de alentar la revolución. En febrero de 1936, el Frente Popular, la coalición que lidera, obtiene la victoria en las elecciones y vuelve a ser presidente de Gobierno. El 10 de mayo es elegido presidente de la República. El 18 de julio de 1936 tiene lugar la sublevación militar que da inicio a la guerra civil española. Para conocer la actividad de Azaña durante estos años conviene leer su diario, que llamó Memorias políticas y de guerra (especialmente, el Cuaderno de La Pobleta), sus discursos y los artículos recogidos en el volumen Causas de la guerra de España. También el diálogo La velada en Benicarló, que escribe en Barcelona en dos meses de 1937. Azaña será Presidente de la República hasta el día 27 de febrero de 1939, en que presenta su dimisión en respuesta al reconocimiento por Francia e Inglaterra del gobierno golpista del general Franco. (En este punto, llegamos a la carta que escribe Azaña a Ángel Ossorio, fechada el 18 de junio de 1939, objeto de nuestra edición. Para saber lo que ocurrió después de esa fecha —que no es un gran misterio— remitimos a los lectores al prólogo de Adiós al porvenir).
Manuel Flores
Nací en Huelva un día demasiado caluroso del verano de 1952, a la hora en que los palos no dan sombra. ¡No se preocupe, señora! —dijo el doctor; y mi madre lloró. De modo que, seco y escuchimizado en la cuna, he tardado más de cincuenta años en crecer y dar algún fruto. Eso sí, diminuto, que tampoco se debe exagerar. Ahora, cuando llueve, incluso cuando no, me enredo en garabatear dibujitos por vicio. Obsesivamente. Bueno, por vicio y porque no sé escribir.
«Vicio», dice el Diccionario de la Real Academia, es «gusto especial o demasiado apetito de algo, que incita a usarlo frecuentemente y con exceso»; «obsesión», una «idea que con tenaz persistencia asalta la mente». Vicio y obsesión ha sido dibujar libros de destino incierto. Algunos, pocos, han visto la luz. ¡Afortunados! Se ha dicho antes: no es bueno exagerar.
Manuel Flores