PARÍS
Hace pocos días llegué, de nuevo, como en los años de la infancia, a la Gare de Lyon,
¿Quién es Giovanni Catelli, el autor de este libro París, y un padre?
La solapa del libro, ejemplarmente editado, nos informa someramente. Leanla si tienen curiosidad. Yo no la tengo. No me importa quién sea Giovanni Catelli. Me importa lo que ha escrito. Y entre lo que ha escrito hay un libro de título tan bello como enigmático, éste precisamente, París, y un padre, que no me importaría haber escrito yo.
Dice Catelli en este libro:
No puedo resignarme a la destrucción, al olvido, al vacío de las líneas detrás de mí, esa vida existió, la conozco, la llevo entre los pliegues de las manos, debe quedar más allá de la oscuridad, más allá del gran silencio, un pasaje, una duración, un tiempo, donde aquellos trenes no cesen de correr, donde los viajeros se despierten, en aquellos días, para la llegada, donde la entera suerte pueda confirmarse y repetirse y existir, sin salvación, tal vez, pero sin destrucción, polvo, olvido. (pág. 49).
También dice Catelli:
Con el correr del tiempo, las cosas parecen siempre más evanescentes.
Pronto, tal vez, no las veremos más.
También las personas cada día que pasa, cobran forma de fantasmas, su consistencia se hace provisoria, impalpable, temporal. (pág. 25).
He empezado a leer y he empezado a escribir a la vez. No siempre sucede así, no siempre me sucede así. En ocasiones termino el libro y no sé qué decir, con independencia de que me haya gustado o no. Otras, apenas leídas unas cuantas páginas, ya tengo la reseña. No me pregunten de qué depende porque no lo sé.
Este es un libro sobre el tiempo, sobre ese tiempo que transcurre silencioso y sin confines, que cada día que pasa nos va quedando menos, tan veloz, inaprensible, fulminante. Es un libro sobre la memoria, sobre la añoranza de algunas cosas y de algunas personas. Y es un libro sobre las despedidas, las estaciones y los sueños, un libro también sobre la infancia y su pérdida irremediable. Pero sobre todo es un libro sobre el padre, sobre la búsqueda del padre. Y es un libro sobre París.
Un día tenemos toda la vida por delante y al siguiente, algo ha cambiado en el paisaje, la tenemos por detrás. Eterna juventud efímera. Qué difícil es terminar de escribir un libro, poner punto final a algo. Mucho más difícil que empezar, aunque sea un libro fragmentario como este, es decir, un libro hecho de fragmentos, todos lo son en el fondo, de recuerdos que se suceden sin solución de continuidad, de olvidos. En cierto modo como la vida.
No es un relato lineal, cronológico, en el que unos hechos preceden a otros, (la causalidad es una errata), unos descubrimientos a otros, unos azares a otros, que van completando poco a poco el mapa siempre incompleto de nuestra errática vida. No. Los hechos, los descubrimientos, nos asaltan por sorpresa, nos envuelven, nos confunden, nos conturban. Aunque sabemos que no fue así cómo pasó, siempre lo hemos sabido, que no fue como lo recordamos, que no lo recordamos cómo fue. Sabemos tan poco, en el fondo. Estamos hechos de la materia de los sueños. Sólo el pasado existe. Y París.
El narrador, es decir, el hijo, deambula por las calles de París, se pasea por las plazas, por los parques, los pasajes, las terrazas, los cafés, los cementerios, los puentes, los bulevares. Errático, perdido, sin rumbo, busca las huellas del paso de otro hombre años atrás por aquellos mismos lugares. Ve lo mismo que vieron sus ojos. Ve lo mismo, pero nada es igual. Mi París no se parece al de Catelli, y sin embargo es el mismo París.
Dice Catelli:
La ciudad era una trama de lugares fatales, de correspondencias con la memoria, una retícula prodigiosa donde reencontrar, ya en la potencia de los nombres, de las plazas, de las calles, el surco tenaz del propio pasado, la impronta definitiva de una vida más fuerte, los arquetipos profundos del existir, de los que no separarse jamás. (pág. 15).
También dice Catelli:
Le pregunté qué había hecho durante ese tiempo.
–Recorrí la ciudad –me contestó—a pie, en metro, con todos los medios… recorría y miraba…sin pausa… y luego pasé aquí tantas nochecitas, en el bar jugando al futbolín con otros estudiantes… miles de partidos… cuántas horas pasé aquí… cuántas… (pág. 13).
Uno cree tener tiempo, y no tiene tiempo para nada.
Sabemos tan poco, en el fondo.
Hay cosas que no se olvidan.
Y ahora sí, ahora ya sabemos quién es Giovanni Catelli, quién es el autor de este sencillo y hermoso libro, que un día decide, porque hay decisiones que no se pueden aplazar eternamente, ir a París en busca de su padre y escribe: París, y un padre.
Vivir es obstinarse en completar un recuerdo, cita el autor en exergo al poeta de Furor y misterio.
Vivir no es necesario, recordar sí.
Toda vida guarda un secreto. Un número de teléfono oculto en la cartera, junto a una vieja fotografía de una niña, o de una mujer, quizá un libro con algunos párrafos subrayados en un cajón del escritorio, una postal de París, una carta…
Todo padre es un desconocido para su hijo como todo hijo lo es para su padre.
Texto leído por su autor en la presentación del libro de Giovanni Catelli,
París, y un padre, trad. de Pablo Ingberg, Valencia, Pre-Textos,2024,
que tuvo lugar el 11 de septiembre de 2024 en la librería Ramón Llull de Valencia